Muertes Privadas
I
Era necesario volver para suspender por un tiempo el tránsito.
Era necesario el tránsito para acercarme a aquellos espacios nuestros.
Eran necesarios aquellos espacios nuestros para viajar de nuevo siendo yo, o al menos para llegar no siendo la que me odiaba.
Era necesario, primero, ser la odiosa para animarme a volver.
II
Molestó el viaje. Recortó otras criaturitas con otras tijeras (puntudas). La puerta arrimada hizo que el viento tumbara las macetas. Yo le había dicho a T que no quería que pusieran flores bicolores, que no era necesario, que total la cinta ya se había grabado. No me escucharon, pensé. El viento se encargó de atrasar un poco los relojes.
No me regocijó el recreo. Cuando salí corriendo sin querer(me) todavía estaba deglutiendo odios. Había vuelto, pero los rostros, las voces y las manos que debían tocarme y reconocerme ya no estaban.
III
F me dijo que somos una red sistemática de asesinos seriales. Que nos vamos matando, nosotros mismos a nosotros mismos, cada instante. "Es distinto al suicidio -insistía- por más que sea uno mismo el asesino." En estos homicidios uno mismo se mata a sí mismo y lo sustituye, al igual que un signo a otro en la transducción. Después, uno mismo vendrá a matar al sí mismo cuyo lugar ocupa uno mismo desde que mató al sí mismo primitivo. Es así como constantemente podemos estar muriendo por nuestros mismos nosotros, sin que necesariamente lo advirtamos.
Morimos a cada instante con nuestros propios móviles de muerte y previa tortura. Pero también están aquellos que en determinado momento no pueden volver a matarse a sí mismos porque otro (que no es de los mismos) se encarga suciamente del proceso. Entonces uno mismo no puede matarse porque ya está muerto. Esta es la muerte del dolor, de la impotencia, la imposibilidad de gobernar uno mismo los tiempos de sus propias muertes.
Otro de los problemas de este tipo de asesinatos es que, si ocurren, los testigos del lado de la víctima se matan a sí mismos tan en serio que, cuando se sustituyen, ya ni siquiera conservan el poder de escribir el propio nombre con alguna certeza.
IV
Alguien secuestró las manos que estaban esperándome. Entonces sin dudarlo una otra de las mías vino a matarme. Fui a matar a la yo que ya no era, contaba en los noticieros.
Yo le dije que para mí todavía era muy pronto, que me dejara un rato más, que no hacía ni dos lágrimas desde que había llegado yo a exterminar a la de antes.
Y toda ella murió por esas manos, y se olvidó su nombre seguía relatando, indiferente.
Era necesario volver para suspender por un tiempo el tránsito.
Era necesario el tránsito para acercarme a aquellos espacios nuestros.
Eran necesarios aquellos espacios nuestros para viajar de nuevo siendo yo, o al menos para llegar no siendo la que me odiaba.
Era necesario, primero, ser la odiosa para animarme a volver.
II
Molestó el viaje. Recortó otras criaturitas con otras tijeras (puntudas). La puerta arrimada hizo que el viento tumbara las macetas. Yo le había dicho a T que no quería que pusieran flores bicolores, que no era necesario, que total la cinta ya se había grabado. No me escucharon, pensé. El viento se encargó de atrasar un poco los relojes.
No me regocijó el recreo. Cuando salí corriendo sin querer(me) todavía estaba deglutiendo odios. Había vuelto, pero los rostros, las voces y las manos que debían tocarme y reconocerme ya no estaban.
III
F me dijo que somos una red sistemática de asesinos seriales. Que nos vamos matando, nosotros mismos a nosotros mismos, cada instante. "Es distinto al suicidio -insistía- por más que sea uno mismo el asesino." En estos homicidios uno mismo se mata a sí mismo y lo sustituye, al igual que un signo a otro en la transducción. Después, uno mismo vendrá a matar al sí mismo cuyo lugar ocupa uno mismo desde que mató al sí mismo primitivo. Es así como constantemente podemos estar muriendo por nuestros mismos nosotros, sin que necesariamente lo advirtamos.
Morimos a cada instante con nuestros propios móviles de muerte y previa tortura. Pero también están aquellos que en determinado momento no pueden volver a matarse a sí mismos porque otro (que no es de los mismos) se encarga suciamente del proceso. Entonces uno mismo no puede matarse porque ya está muerto. Esta es la muerte del dolor, de la impotencia, la imposibilidad de gobernar uno mismo los tiempos de sus propias muertes.
Otro de los problemas de este tipo de asesinatos es que, si ocurren, los testigos del lado de la víctima se matan a sí mismos tan en serio que, cuando se sustituyen, ya ni siquiera conservan el poder de escribir el propio nombre con alguna certeza.
IV
Alguien secuestró las manos que estaban esperándome. Entonces sin dudarlo una otra de las mías vino a matarme. Fui a matar a la yo que ya no era, contaba en los noticieros.
Yo le dije que para mí todavía era muy pronto, que me dejara un rato más, que no hacía ni dos lágrimas desde que había llegado yo a exterminar a la de antes.
Y toda ella murió por esas manos, y se olvidó su nombre seguía relatando, indiferente.
1 comentario
Raquel -
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Gracias