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Balcón

Balcón Esa noche comimos y bebimos poco. Después fui con el anciano hasta la cama de la hija y enseguida él salió de la habitación. Ella no había dicho ni una palabra; pero apenas se fue el anciano miró hacia la puerta que daba al vacío y me dijo:
—¿Vio cómo se nos fue?
—¡Pero señorita! Un balcón que se cae...
—Él no se cayó. Él se tiró.
—Bueno, pero...
—No sólo yo lo quería a él; yo estoy segura de que él también me quería a mí; él me lo había demostrado.

Yo bajé la cabeza. Me sentía complicado en un acto de responsabilidad para el cual no estaba preparado. Ella había empezado a volcarme su alma y yo no sabía cómo recibirla ni qué hacer con ella.
Ahora la pobre muchacha estaba diciendo:
—Yo tuve la culpa de todo. Él se puso celoso la noche que yo fui a su habitación.
—¿Quién?
—¿Y quién va a ser? El balcón, mi balcón.

Tomado de «El balcón», en Nadie encendía las lámparas (1947)
Felisberto Hernández

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