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eNie dE eLeFaNte

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Pasear los ojos una vez, una vez, una vez. Detenerme en cada espacio (cumplir las leyes de tránsito), pausar las pausas y comer las comas (masticarlas bien, que no atraganten).
Volver a pasear los ojos una vez, dos vez, tres vez, hasta perder la cuenta (así me enseñó G: “algunos seres se cuentan i-n-d-i-v-i-d-u-a-l-m-e-n-t-e.” “Un pez. Dos pez.” “ -Lástima que ella, esa vez, haya tenido que contar peces tan pescados-). Cerrar los ojos y volver. Una vez, dos vez, tres vez… (me pregunto por qué elegirás quedarte en el sintiempo). Qué es el “chill out”, monsieur? (pecaré de nosequé, pero ¿no quiere, mejor, dibujarme en francés?)… Quiero sus mansiones de miedo y gatos negros (me acuerdo, a usted le hablo, Señor “intemporal”). ¿Qué temporal de lluvia o granizo hizo qué? Me pregunto por qué elegirás quedarte en el sintiempo, tan sincerca, tanallá, y me pregunto a qué pregunto si sé responder (es cuestión de llenar líneas, avoir l’envie mais ne pouvoir pas, que se escondan, usted sabe). Si nos quedáramos en el sintiempo, si me invitara a cruzar la línea... -No seríamos dos los de aquel lado- (o, ¿cuántas líneas hay? Lo invito. Amarilla o blanca. No pise la amarilla, por favor, no pase). No sé por qué usted me trae estas cajitas, tan espirales… pero sepa que me lleva sé a dónde, aunque no tanto por qué. Cerrar los ojos y volver (“era necesario volver para suspender por un tiempo el tránsito”).
Una vez, dos vez, tres vez. En cuál de los espacios –pienso-, guardaremos los pedacitos de tiempo que se fueron quedando en ese “allᔠvacío de toda deixis (desde el cual usted insiste en hablar ahora). Cada milímetro de línea guarda, estoy segura, alguna rama por donde perderse-perdíamos-perdimos-nos perdemos (caminando, digo, no de perdernos de nuevo en relojes diferentes, no hablo de agujas a distinto ritmo esta vez). Hablaba de árboles con sombra y pájaros y tac-tic. (Que en todos los cielos de sus letras hay senderos que ya supimos.) Hablo de guardar secreto antes de dar nacimiento a la que vaya a ser yo para usted en mis líneas (y degustar mi todavíasilencio, cada vez que otra vez). Secreto de todas las que puedo ser y no seré a partir de que “mis dedos de muñeca penetren en las teclas”. Hablo del momento ingenuo, del segundo en que devoro la delicia/intriga. Cuál seré esta vez. Qué nombre tendré en su boca. Sólo después comenzaré a escribir.

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