El erotismo está ligado al conocimiento de la muerte
La muerte está asociada a las lágrimas y a veces el deseo sexual a la risa. Pero la risa no es, en la medida en que parece serlo, lo contrario de las lágrimas: tanto el objeto de la risa como el de las lágrimas se vinculan siempre a una especie de violencia que interrumpe el curso regular, el curso habitual de las cosas. Las lágrimas se vinculan habitualmente a acontecimientos inesperados, que nos desolan, pero por otra parte un acontecimiento feliz e inesperado nos conmueve hasta tal punto que en ciertas oportunidades lloramos. Es evidente que el desorden sexual no nos produce lágrimas, pero siempre nos trastorna, a veces nos devasta y una de dos: o nos hace reír o nos compromete en la violencia del abrazo.
Es difícil percibir clara y distintamente la unidad de la muerte, o de la conciencia de la muerte, y del erotismo. En su comienzo, el deseo exasperado no puede oponerse a la vida, que es su resultado. El momento erótico es la cima de la vida cuya mayor fuerza e intensidad se muestran en el momento en que dos seres se atraen, se acoplan y se perpetúan. Se trata de la vida, se trata de reproducirla, pero reproduciéndose la vida desborda: al desbordar alcanza el extremo delirio. Esos cuerpos mezclados, que se tuercen, que desfallecen y se abisman en excesos de voluptuosidad, van en sentido contrario al de la muerte que más tarde los consagrará en el silencio de la corrupción.
de Las lágrimas de Eros (1968)
George Bataille
Es difícil percibir clara y distintamente la unidad de la muerte, o de la conciencia de la muerte, y del erotismo. En su comienzo, el deseo exasperado no puede oponerse a la vida, que es su resultado. El momento erótico es la cima de la vida cuya mayor fuerza e intensidad se muestran en el momento en que dos seres se atraen, se acoplan y se perpetúan. Se trata de la vida, se trata de reproducirla, pero reproduciéndose la vida desborda: al desbordar alcanza el extremo delirio. Esos cuerpos mezclados, que se tuercen, que desfallecen y se abisman en excesos de voluptuosidad, van en sentido contrario al de la muerte que más tarde los consagrará en el silencio de la corrupción.
de Las lágrimas de Eros (1968)
George Bataille
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