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eNie dE eLeFaNte

Lingüística general

No hay que azotar al reloj, hay que impedirlo. Cuando las cosas ya están son pasado, se sienten pasado. Son pasado a partir del momento en que alguien escucha y se nombran. No hay que forzar a los espejos, no se es el mismo del mes pasado. Pueden nombrarse tantas cosas en un junio... Yo cuidé los labios secos, yo los abrigué de dedos; para que no te pronunciaran. Pero eligieron cara, y no salió cruz. Por azar no tuvieron censura, entonces yo incité a la lengua a interponerse; que no deje, que no permita, que intente impedirlo, que se resista, que no se rinda; que vencida, al menos te articulara despacio, lentamente, para así (premio consuelo) poder contemplarte siendo, dos o tres instantes más; de yapa. Después tuve miedo. (nadie firmó derechos, ni garantías) No quise correr el riesgo de tenerte entrecortado, suspendido, disgregado, interrumpido, hecho tramos por una lengua que en el espejo no es la mía. (el vidrio se había cachado en una orilla). No te tendría a vos si sólo conservara tus manos, no sería tempestad si tuviese sólo tus labios, ni vos serías completo si por ventura me adueñara de tu Z en la masacre. Pensándolo bien, sólo puedo serte para mí, si me dispongo (y me dispongo, obvio) a organizar colectas; recorrer barrios y bolsillos buscando tus letras para tacharlas, borrarlas, gastarlas (impedir su uso), robarme todos los fonos de tu nombre para que ya nadie pueda abarcarte entero (sólo yo) (y, provisoriamente, quien se haya quedado con tus pupilas, que rodaron a otros pies en mi alboroto) y siendo así, de pronto, pagar rescate y obtenerlas, y en total silencio, -previa abolición de los tiempos- a cual rompecabezas de piezas de puré de frutas tropicales armar tu cuerpo, letra a letra, dedo a dedo, diente a diente, poro a poro, pelo a vello. Camuflar las evidencias, amortizar los signos y prohibir todo sonido sordo fricativo velar que dé inicio a tu existencia pública, y guardarte así, mi varón sin nombre, mi nihilismo más perfecto, mi dadá en celo. Guardar tus partes en el relicario del living y no dejar que nadie nunca vuelva a bautizarte, que nadie pueda de nuevo hacerte social ni pasado. Y conservar el inventario con las piezas numeradas en secreto, para amarte y rearmarte; para resucitarte, retenerte, revivirte y vivirte en la sincronía donde las sombras se alargan. En los atardeceres circulares de un réquiem privadísimo.

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