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Es difícil, salirme de este desgano para ganarme. Comenzar a escribir con la vista nublada no es lo más indicado (nublada de basuritas que provocan snif snif, no de nubes o tormentas). No. Esta vez elegí (…) dejar las tormentas afuera. (Y otra vez el problema de deixis: ¿cuál es mi afuera si vos, tan lejos, estás en mí?) Lo que quiero decir es que no son las tormentas repentinas (o no) las que me traen con el viento, sino justamente esa calma que la precede o antecede (poco importa), esa calma de todo tan en orden pero, para variar, la deixis interrumpe. Estoy segura de las cosas cuando son posibles, y no tanto, ya, cuando son reales, re-alizadas (no por chatas, como esta calma chica, sino por verdades –les tengo miedo, cuando se develan sin vergüenza-). Ahora que estás allá (pero menos afuera que la tormenta y sus rayos) sé quién sería si fuera yo, en tu tiempo y espacio. El problema lo plantean otra vez los pronombres y los adverbios del índice. ¿Cómo ser aquella no estando allá (que debería ser mi acá) ? ¿Cómo ser acá si mí está allá? El problema no es ser aquella estando acá, sino ser acá la que me esperaba, para no tener otro de esos conflictos de desplazamiento que para nada añoro y que después desencadenan en sueños en el teléfono y navidades realizadas. Últimas. Esas fueron las últimas navidades de la inocencia. Después alguien robó, alguien abusó de la confianza, alguien quitó, alguien privó, alguien dejó renga a esta mitad que no volvió a encontrarse y entonces ahora mata aburrimientos enredándose en palabras porque no tiene (porque le quitaron) los círculos de tronquitos que (antes) no eran necesarios. Y no sé por qué llego hasta acá, si sólo tenía miedo de empezar las letras por lo de extanjera, no por aquello otra vez. (« Aquello », de nuevo la deixis que destiñe / detiene los relojes).
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