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Mi mácula debe ser, sin duda, tener que preguntarme todos los días lo mismo sin olvidar negar toda posible respuesta. La rotura, de acuerdo. Y, después, ¿Queé, con los pedazos? ¿A quién pederle el respeto? ¿a la uniforme o a su escultor? ¿al escultor o a su piedra virgen? Hay algunos conceptos errados, creo, en las manos. Ni big bang ni apocalipsis. Una mano escultora que puede o no equivocarse.
Mácula o cruz. Pictórica o táctil. Cargo con cada uno de los pedazos descartados de la piedra virgen, también. ¿Debo conservarlos en relicarios o vitrinas de honor, o debo jeter ça à la poubelle ? ¿cuál es, entonces, la que queda?
Preguntarme todos los días, acosarme a preguntas, intentar respuestas, qué hacer con cada resto, qué hacer con la obra y su apogeo, hasta dónde cargar las manos del creador. Saber un límite de la paciencia sin convertirme en triste araña. Saber un « basta » de la tolerancia sin llegar (sin permitirle llevarme) a ser la piedra ys us inviernos irreversibles.
Y ¿entonces? No llegar, no llegar a ningún lado nunca (en un nunca que se extiende unos meses, solamente) o, peor, llegar a un lugar que no era mío (ya habia dicho). Esta es la de la persistencia. Miedo otra vez. Me falta encontrar una buena excusa para abolirla sin que me de cuenta. Saltar el muro (o asomarme) para ver qué habita al otro lado de estas certezas tan enclenques.
1 comentario
Gaby -
Besazos!